domingo, 1 de junio de 2025

GALLINAS

 

"GALLINAS” 

(de Rafael Barret)

 Mientras no poseía más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada. La propiedad me ha hecho cruel.

Siempre que compraba una gallina la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llenó para mí de presuntos ladrones y, por primera vez, lancé del otro lado del cerco una mirada hostil.

Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el cerco y se puso a hacer la corte a mis gallinas y a amargar la existencia de mi gallo. Despedí a pedradas al intruso, pero saltaban el cerco y aovaron en la casa del vecino. Reclamé los huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara sobre el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la mía. Sus pollos pasaban el cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los pollos ajenos me parecieron criminales. Los perseguí y, cegado por la rabia, maté a uno. El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No quiso aceptar una indemnización pecuniaria. Retiró gravemente el cadáver de su pollo y, en lugar de comérselo, se lo mostró a sus amigos, con lo cual empezó a circular por el pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista. Tuve que reforzar el cerco, aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra, mi presupuesto de guerra. El vecino dispone de un perro decidido a todo; yo pienso adquirir un revólver.

¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí.

Antes era un hombre. Ahora soy un propietario.

 


3 comentarios:








  1. El relato inicia con una oposición clara: la libertad y la paz del hombre sin propiedad frente a la esclavitud emocional del propietario. Al adquirir gallinas, el protagonista comienza a establecer límites físicos (el cerco) y simbólicos (la desconfianza hacia el prójimo). Las relaciones humanas se ven sustituidas por relaciones de poder y vigilancia: el vecino se convierte en una amenaza, los pollos ajenos en enemigos, y el cerco en una frontera cargada de hostilidad.

    El conflicto con el vecino es una representación microcósmica de los grandes conflictos sociales: la propiedad genera división, y con ella nace la noción de “el otro” como enemigo. Barrett denuncia cómo la posesión genera estructuras de dominación que derivan en violencia —el asesinato del pollo ajeno, la amenaza del revólver— y en una pérdida de la humanidad: “Antes era un hombre. Ahora soy un propietario”, confiesa el narrador, sintetizando el mensaje central del cuento.

    El tono es irónico y trágico a la vez: Barrett exagera lo cotidiano para mostrar lo absurdo de ciertas actitudes naturalizadas en la sociedad, como la obsesión por lo propio y el miedo a lo ajeno. La figura del cerco, que aparece varias veces, simboliza no solo una barrera física, sino la división moral y emocional que la propiedad instala entre los seres humanos.

    En definitiva, “Gallinas” es una fábula moderna que utiliza lo anecdótico para revelar lo universal. Con un estilo claro y directo, Barrett construye un relato breve pero cargado de profundidad, que invita a reflexionar sobre los orígenes de la violencia, el egoísmo y la pérdida de la empatía en las sociedades modernas.






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  2. El relato muestra cómo la posesión de bienes materiales —en este caso, gallinas— transforma la vida interior del narrador, llevándolo del estado de paz y libertad a uno de miedo, violencia y desconfianza.

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  3. Este texto me hizo pensar en cómo tener cosas puede cambiar a las personas. El personaje al principio era feliz con poco, pero cuando consiguió gallinas y un gallo, se volvió desconfiado y agresivo. Me parece que muestra cómo la propiedad puede hacernos pensar más en proteger lo nuestro que en convivir con los demás. El final es fuerte, porque dice que dejó de ser un hombre para ser un propietario. Es como si dijera que perdió su humanidad por culpa del egoísmo.

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